Cada vez que leo hoy es “el día de”, una sensación
de angustia me invade. Me gustaría pensar
en un acto festivo, pero en realidad, y por mi trabajo, sólo pienso en la
parte negativa de la supuesta celebración.
El
día 11 fue el día de la niña, y lo único que me
vino a la cabeza es que: cerca de 900 millones de niñas y mujeres viven con menos de un dólar al día en el mundo, lo que las obliga a mendigar y, en muchos casos, a ejercer la prostitución como medio de sustento.
La prostitución está prohibida en la gran mayoría de los países y se da principalmente por la pobreza extrema en algunas zonas de países desarrollados y, sobre todo, en países subdesarrollados.
Los consumidores, generalmente, son países ricos y os proveedores son países pobres, lo que lleva además a que muchas niñas sean vendidas por sus propios padres, coaccionadas, engañadas vilmente o secuestradas, para ser explotadas por las redes que se enriquecen a través del tráfico humano.
¿Por
qué elegir a niños y no a adultos?
Es más fácil abusar de un niño que de un adulto. Los explotadores sexuales
se aprovechan de la docilidad de los
niños, ya que tienen menor capacidad para defenderse. Frecuentemente, esta
actitud desviada es motivada por querer obtener un sentimiento de poder sexual
o económico, por buscar experiencias nuevas o por la sensación de impunidad que
proporciona el anonimato.
En realidad, los consumidores de este tipo de relaciones sexuales, además
de los enfermos mentales, son
personas con una baja autoestima, incapaces de conseguir tener relaciones en
igualdad de condiciones.
Las redes de traficantes hacen el negocio, pero no debemos olvidar que no
hay negocio sin demanda. En realidad, los verdaderos culpables de que esta práctica
siga creciendo son los consumidores
y contra ellos contra los que se debe luchar.
Es por ello que deberían emprenderse acciones
legales contra todas las personas con influencia
social que se jactan con total impunidad tanto en los medios públicos como
a través de la literatura de estas atrocidades. Con esta actitud están normalizando
actuaciones perjudiciales para los niños en primera instancia y para el resto
de la sociedad.